Allí estaba Job, el hombre recto, temeroso, íntegro, cabal, poseedor de grandes riquezas delante de los ojos de Dios. Sin embargo, no imaginaba que todo aquello se convertiría en pena y desgracia cuando el maligno obtuvo permiso de Jehová para disolver sus posesiones. Antes de continuar con el relato debemos tener claro cuánto poseía Job, tenía siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes, quinientas asnas, una gran cantidad de servidumbre y era el hombre más importante de Oriente.
Hombre que gustaba de celebrar banquetes a los cuales invitaba a sus tres hermanas comer y beber con ellos siempre con la mirada puesta en Jehová. Tenía por costumbre purificar a los suyos levantándose de madrugada a ofrecer holocaustos pues pensaba: “No vaya a ser que mis hijos hayan pecado y maldecido a Dios en su corazón”. Este era Job amigos lectores, un caballero de caballeros, no obstante, encarnaría la figura del justo que sufre, en otras palabras su razón de ser es la versión más impresionante de la encarnación del sufrimiento físico, moral y espiritual.
Observamos entonces el poder absoluto que Dios tiene sobre todas las cosas, y el Satán no podía atacar a Job sin su consentimiento. De buenas a primeras el sufrimiento de Job era inmerecido pues no existían hechos que lo recriminaran ante los ojos del creador. En un abrir y cerrar de ojos su vida se convirtió en un desastre recibiendo una descarga de calamidades, pero, su resignación ante el Supremo lo llevaron a exclamar: “Jehová dio, Jehová ha quitado: sea bendito el nombre de Jehová” (Job 1:21).
Pero sus calamidades toman otro giro cuando el maligno está nuevamente reunido ante Jehová y le replica con aires de maldad: “Estoy convencido de que si la salud física de tu varón es tocada su fe se estrellará en el abismo. Vemos como el ataque de Satán es persistente y puesto al ruedo proponiendo unas aberraciones infestadas de sufrimiento y martirio. Por ejemplo, replicaba “Piel por Piel”, porque todo lo que tiene el hombre lo dejará por su vida. Replicó una vez más,” Saca tu mano, toca sus huesos y su carne y verás cómo te maldice a la cara.
Cuando la escena se enfoca en la tierra vemos al varón de Dios sentado sobre un motón de cenizas rascándose las llagas que lo agobiaban, su esposa mirando el quebrantamiento de fe que Satán le replica: ” !Maldice a Dios y muérete!, no obstante, no pese al mal que le aqueja, se niega a maldecir a Dios. La historia posee otras vertientes encarada en tres personajes que aparecen a escena, ellos son: Elifáz de Temán, Bildad de Suaj y Sofar de Naamat amigos de Job que vinieron a consolarlo en su real tragedia, pero su doctrina convencional no convence a Job que sigue firme sobre a roca de Dios.
Pasaron siete días y siete noches y los tres mosqueteros permanecieron al lado de su amigo que finalmente rompe el silencio. Vemos un Job que no blasfema ante Dios, pero sí, maldice su sufrimiento y reniega de haber nacido, vemos como su paciencia llega a su final. Entonces Satán se desaparece de escena luego del daño causado. No ocurre otra nueva reunión con el altísimo que esclarezca el porqué le había impuesto tan dura prueba a su siervo. Posteriormente los amigos de Job comienzan una réplica de preguntas y respuestas buscando la razón lógica de aquel tropelaje.
Ellos eran hombres rectos y conocían las promesas de recompensa y las amenazas de castigo, creían con devoción que el mundo del Creador es justo y ordenado. Veamos lo que comenta Elifaz a Job: Busca dentro de tu memoria, “que inocente ha perecido” (Job 4:7), en otras palabras era un postulado que ayudaría a Job a comprender su sufrimiento e intentaría convencerlo de que su triste lamento era injustificado. Como un juego de ping pong las preguntas y respuestas iban de un lado para otro. “Es justo ante Dios algún mortal” le preguntó Elifaz a Job, era más bien una pantomima discreta envuelta en un preámbulo vicioso de tiempo y espacio catalogando unos argumentos sólidos, pero amigos, la rectitud de Job también era como el acero y sabía que su sufrimiento era inmerecido.
No obstante, Job se encontraba sin ánimo envuelto en sábanas de tristeza y le replica a sus amigos que hagan una lista de sus errores específicos en lugar de preguntas de noción incuestionable. Les dijo: Amigos míos, instrúyanme que haré silencio, díganme dónde está mi falta, ohhhh, son dulces las palabras leales, pero para que sirven sus críticas. Continuó el parlamento y los tres mosqueteros seguían defendiendo con vehemencia la justicia del sufrimiento que Dios le había impuesto a su siervo. Dos cuestionamientos se sortearon al aire de parte de Bilbad, replicó: “Es que Dios tuerce al derecho o el Omnipotente pervierte la justicia, si eres puro y recto, desde ahora velará El por tí, Job se queda pensativo y no incurre en contestación alguna puesto que está de acuerdo en el fundamento de las mismas no encontrando una real ecuación psicológica que pudiera debatirlos.
Sin embargo, la certidumbre de su inocencia iba más allá del pensamiento cifrando en entredicho la justicia divina en el mundo y replicando nuevamente que esperaba una respuesta justa de Dios. En un momento dado Job los mira fijamente y les comentan que por favor no mientan para defenderlo, aquí vemos como Job a pesar de estar pasando por el mal momento su inteligencia funciona a las mil maravillas enclavado en una retórica realista.
Aquellos hombres seguían entrelazando pensamientos y Job les dice: “Hasta cuándo van a seguir afligiendo mi alma, me han acribillado, me han insultado en más de una ocasión y me han maltratado a sus anchas, pero saben algo y que este muy claro: “Es Dios el que me oprime, el que en su red me tiene preso, sin grito injuriaaaaaaaa no recibo respuestas, pido ayuda, pero no hay justicia, El ha puesto vallas en mi camino para que yo no continúe y ha puesto cerrojo a mis senderos de tinieblas”. Esta contestación se puede palpar como una especie de mecanismo de defensa y un castigo para sus adentros buscando un alivio y consuelo hasta que viniera la resolución final que como hombre fiel a Dios sabía que en cualquier momento vendría la luz a su valle de tinieblas.
Enclaustrado en palabras y connotaciones aparece un cuarto acusador llamado Eliú quien hace un resumen de los planteamientos de los anteriores en favor de la justicia de Dios. Pero amigos, el debate de Job no era con ninguno de esos hombres, sino con el Creador porque su sufrimiento físico traspasó su tolerancia y la injusticia no obedeció los límites de su mundo físico. Otra vez el siervo de Dios aduce tenazmente a su integridad taladrando las profundidades de su ego en busca de ayuda, el conoce el poder de Dios y clama al cielo diciendo “Ohhhh, si alguien me ayudara”.
Pero Dios siempre estuvo con él y aunque anduvo en el desierto de la prueba, su clamor fue escuchado en los confines del altísimo, su respuesta se define como extraordinaria, Job sueña con una explicación clara, la solución al enigma de la injusticia y el sufrimiento humano del mundo. La Omnipotencia de Dios se revela precisamente en el hecho de que no da una explicación de esa índole, los hechos quedan sin respuestas, pero Job entonces reconoce los misterios que marcan los límites del conocimiento humano y de su existencia. En definitiva la sazón del asunto deja unas enseñanzas que se establecen y reposan en el poder de Jehová.
En el diálogo entre Dios y Job el primero le deja saber una serie de conjeturas de su majestuosidad como creador del mundo y de su propia vida. Pero la respuesta de Job todavía sigue siendo integra después de su sufrimiento: “Se que todo los puedes, que ningún plan está fuera de tu alcance, quien é ese que enturbia mi consejo con palabras sin sentidos, así he hablado yo, insensatamente, de maravillas que me superan y que ignoro, te conocía de oídas, pero ahora te han visto mis ojos, por eso me retracto y me arrepiento cubierto de polvo y ceniza.
El epílogo del relato se pone más interesante al final cuando Jehová se dirige a Ellifaz y le replica: “Estoy irritado contigo y contra tus dos amigos por que no le hablaron bien de mi a mi siervo, ahora bien, buscaran siete becerros y siete carneros y los presentaran a mi siervo Job y lo ofrecerán en holocausto por ustedes. De esta manera mi siervo intercederá por ustedes y en consideración a él no los voy a castigar a pesar de lo que hicieron, los tres hombres Elifaz de Temán, Bildad Suaj y Sofar de Naamat se marcharon a hacer lo que Dios le había ordenado y Dios escuchó la suplica de Job. Bendito sea Dios, Bendito sea Dios, luego de todo lo que sufrió Job, su prosperidad fue devuelta luego de haber intercedido por sus amigos, todo le fue duplicado.
Ahora amigo lector los invito a la casa de Job para celebrar junto a él, no quiero fotos, ahí llegan sus hermanos y hermanas, muchos conocidos, que gran banquete, junto a ellos consolemos a este varón por su gran desgracia, cada uno le ha traído un anillo de oro y monedas de plata, nosotros amigos lectores le regalaremos nuestro entendimiento, que gran final amigos, la gloria sea para Dios. Miren al campo, la bendición fue grande catorce mil ovejas, seis mil camellos, mil yuntas de bueyes y mil asnas, también tuvo siete hijos y tres hijas, no hubo en aquel país mujeres tan bellas como las hijas de Job.
LUEGO DE LA TORMENTA VIENE LA CALMA, NUNCA DUDES DE DIOS, SE INTEGRO EN LA PALABRA Y LAS PROMESAS DEL SEÑOR, JOB VIVIO HASTA LA EDAD DE CIENTO CUARENTA AÑOS Y VIO A SUS HIJOS Y A SUS NIETOS HASTA LA CUARTA GENERACION, MURIO ANCIANO Y COLMADO DE DIAS.
EDWIN KAKO VAZQUEZ
HISTORIADOR
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