El mayor ejemplo de humildad lo podemos encontrar en la persona de Jesús, por tanto como seguidores de Cristo debemos llevar siempre esta virtud como estandarte en nuestra vida cristiana. El untarnos a ella nos lleva a un viaje que desemboca al mar de las correlaciones idóneas, principios fundamentales que nos relacionan con Dios. Cuando nos elevamos ante el Ser Supremo y confesamos nuestra total dependencia de El, su majestad y santidad resguardan nuestra calidad espiritual.
Debemos reconocer y saber que no somos autosuficientes y que no tenemos la capacidad moral ni espiritual para sentirnos igual a Dios. El extracto puro que compone la humildad tiene la fórmula de cómo debemos presentarnos ante el Creador y la manera que pensamos acerca de Él. La forma de postrarnos y reverenciarnos ante la grandeza divina será determinante para saber quiénes somos y como nos enfocaremos hacia los demás.
La humildad es una de las más grandes virtudes de la fe cristiana y es requisito dentro de la población de Dios. Cuando llega la humillación y nos vestimos con traje humildad un torrente de bendiciones arroparán nuestro horizonte espiritual. No obstante, muchas personas tienen un concepto erróneo de la humildad, esta no tiene que estar ligada precisamente con la pobreza ni la miseria porque una persona puede ser la más pobre del mundo pero la más arrogante. No podemos hacer conjeturas y si descubrir los resultados que esta dimensión nos ofrece, recibiremos la abundancia de la gracia de Dios y que mejor que eso.
Ahora bien, recuerden que esto hay que pedirlo, lucharlo porque sencillamente vendrá como consecuencia de mantener un estilo de vida que agrada a Dios. Debemos botar esos viejos disfraces que degradan nuestra presencia ante Papá. Analiza tu interior, coge una bolsa de cariño y deposita en ella esas aberraciones que te impiden desarrollar a cabalidad tu humildad. Cual sea tu caso-egoísmo, soberbia, arrogancia, altivez, prepotencia, o petulancia- pon manos a la obra y haz una limpieza general. perfumando todas las esquinas de tu corazón con la gracia de Dios.
En definitiva contagiémonos con la humildad de Cristo, porque El se humilló. Pablo describe su humillación de esta manera: “Cristo existía en forma de Dios, no se aferró a sus privilegios, de despojó a sí mismo, tomó forma de esclavo, se hizo semejante a los hombres, se humillo a sí mismo, se hizo obediente a la muerte y su muerte fue de cruz”, esto es, como un criminal.
REFLEXIÓN:
A los humildes les son dadas más oportunidades, solamente ellos son enaltecidos. ¿Por qué? Porque tienen el mismo sentir que tiene su Maestro. El dijo: "Porque cualquiera que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido" (Lucas 14:11).
El Camino a la Verdadera Humildad, no es a través de la mucha oración, ni por medio del pedido: "¡Señor, humíllame!" que llegamos a la verdadera humildad, sino a través de una decisión voluntaria que se convierte en hecho, es necesario escoger diariamente el camino de la humildad y quedarse en el, si obedecemos las órdenes del Maestro y seguimos sus enseñanzas encontraremos descanso para nuestra alma.
Se trata de tomar una postura como nos enseña la palabra en: (S. Juan 3:30) “Es necesario que El crezca, pero que yo mengue”
EDWIN KAKO VAZQUEZ
ESCRITOR E HISTORIADOR
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