HECHOS 26:22
“LOS POLITICOS MANIPULAN LA RELIGION Y SE BURLAN DE ELLA, AUN SABIENDO QUE EN SU ALMA NECESITAN A DIOS”

El ambiente estaba que ardía y los romanos pedían a gritos la cabeza de Pablo a como fuera lugar. No obstante, el apóstol continúo su línea evangelizadora no importando el precio a pagar. Dios nunca abandona a sus hijos y uso al sobrino de Pablo para alertarlo de una supuesta conspiración que habían tramado para matarlo. Unos cuarenta hombres habían jurado no comer ni beber hasta matar al apóstol, estos habían pedido a los pontífices que le rogaran al tribuno que trajera otra vez a Pablo ante el Sanedrín y con esta excusa, lo matarían antes de llegar al sitio.

Con que esa tenemos, dijo Pablo, rápidamente le pidió a su sobrino que fuera a donde se encontraba el tribuno y le informara sobre la conspiración. El tribuno escuchar al muchacho le dijo que guardara el secreto y ordenó inmediatamente a dos centuriones que prepararan a doscientos infantes, setenta jinetes y doscientos lanceros para llevar a Pablo a Cesarea y ponerlo en manos del procurador Félix. La comitiva militar salió del cuartel y nadie se imaginó que entre ellos iba el apóstol Pablo sano y salvo a su próximo destino.

Los caminos de Jehová son misteriosos y debemos recordar cuando Jesús les dijo a sus discípulos que los llevaría ante la presencia de los gobernantes y reyes a causa de su nombre y esto se cumplió al pie de la letra en la vida del apóstol Pablo. Ya en Cesarea el apóstol es presentado ante el gobernador Félix el cual estaba bien informado acerca de las creencias de los cristianos. En más de una ocasión Pablo se reunió con Félix donde estuvieron hablando de temas sobre la justicia, la continencia y el juicio venidero. Cuando el gobernador escuchó sobre estos temas se alarmó de tal manera que le replicó a Pablo que se retirara, que luego lo volvería a llamar para seguir hablando.

Aquí vemos como Félix estuvo cerca de aceptar a Jesús como Salvador, pero fue postergando su decisión hasta que tuviera tiempo, cosa que nunca ocurrió. Tan cerca de la salvación y, sin embargo, tan lejos de ella. No obstante, Pablo llevaba ya dos largos años de encarcelamiento injusto y cuando Félix fue removido de su cargo la administración quedó a manos de Porcio Festo. Félix que temía que los judíos lo acusaran de mala administración ante el emperador dejó a Pablo preso. Que terrible responsabilidad para este hombre que en el día del juicio, pues por dos años estuvo oyendo el mensaje de salvación de labios del gran siervo de Dios y no respondió al mismo.
Porcio Festo el nuevo procurador romano mandó a que trajeran a Pablo para saber porqué lo habían mantenido tanto tiempo detrás de las rejas. El nuevo gobernador trató bien a Pablo y en una ocasión le preguntó que si quería regresar a Jerusalén para ser juzgado, el apóstol le contestó: “-No, estoy ante el tribunal del Cesar, en el debo ser juzgado, ninguna injuria he hecho a los judíos, como tu bien sabes, si he cometido alguna injusticia o crimen digno de muerte, no rehuso a morir, pero si no hay nada de todo eso de que me acusan, nadie puede entregarme a ellos, apelo al César”.

La contestación de Pablo tronó en los oídos de Festo que sabía que el hombre era inocente por lo que se dirigió a sus consejeros los cuales estuvieron de acuerdo en la apelación. Este volvió donde se encontraba Pablo y le dijo; “-Has apelado al César y al César irás. Peroooo, lo mejor estaba por ocurrir, antes de salir para Roma llegaron a Cesarea el rey Agripa y sus esposa Berenice, ocasión en que el gobernador habló de su prisionero. De esta manera el rey manifestó su deseo de dialogar con Pablo, acto seguido el apóstol es presentado ante Agripa.

El rey le comenta entonces a Pablo que hiciera su defensa, una vez más Pablo contó su historia y en especial la ocasión en que Jesús le había hablado en el camino a Damasco. El apóstol continuó su narrativa, ahora comentaba como en obediencia a esta visión celestial, había viajado por todas partes rogando tanto a los judíos como a los gentiles que se arrepintieran y se convirtieran a Dios.

También explicó cómo Cristo había cumplido las profecías del Antiguo Testamento relativas al Mesías, el entusiasmo de Pablo al relatar fue tanto que su tono de voz fue de menor a mayor hasta el punto en que Festo lo interrumpe diciéndole: “-Estas loco Pablo, las muchas letras te trastornan. hastas dar en locura”, “-no estoy loco replicó Pablo, hablo palabras de verdad y sano juicio”. Y entonces se dirigió al rey y le pregunta: “¿- Crees rey Agripa a los profetas?”, “- Ya sé que crees, por poco me persuades a que me haga cristiano, dijo el rey”.

Pero ese poco hermanos lo condenó eternamente, la respuesta de Pablo también revela su profundo amor y consagración a la causa de la evangelización de la humanidad: “Quisiera Dios que por poco o por mucho, no solamente tú, sino también todos los que me oyen, fueseis hechos tales cual yo soy, excepto estas cadenas”. Ese fue un momento incomodo y embarazoso para aquellos que habían entrando con tanta pompa al salón. De momento el ambiente se puso tenso, el acusado ahora no era Pablo sino Agripa, Berenice, Festo y todos los presentes.

Ellos eran prisioneros de sus delitos y pecados, aunque exteriormente eran libres y rodeados de grandes beneficios mundanales. Pero, a través de toda la escena, Pablo era el maestro de ceremonia, el que estaba en control de la situación, aunque externamente era el prisionero. El primero en reaccionar fue Agripa que se retiró, como era de esperarse, Festo y Berenice y la ilustre compañía que estaba con ellos, le siguieron de acuerdo con el protocolo.

De esa manera todos evadieron su responsabilidad ante el mensaje que se les presentó, era su hora de gracia y salvación y la despreciaron. Ya a solas, Festo y Agripa concluyeron lo que sabían desde el principio: “Ninguna cosa digna de muerte ni de prisión ha hecho este hombre”. En definitiva como siempre ocurre, las ambiciones e intereses personales por el poder, la riquezas materiales, la fama y las ataduras a lo de este mundo son tan fuertes en este tipo de personas que, con muy pocas excepciones responden al llamado de Dios.

EDWIN VAZQUEZ

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